En medio de la tormenta política que ha desatado la nueva reforma tributaria de Gustavo Petro, hay un detalle que deja al descubierto las verdaderas prioridades de ciertos sectores: el impuesto a los licores.
Mientras el Gobierno defiende el proyecto como un paso necesario para tapar el hueco fiscal, financiar programas sociales y sostener el presupuesto de 2026, en el uribismo la alarma no se centra en el impacto al ciudadano de a pie, ni en el aumento del IVA a servicios básicos, ni en el golpe a la clase media. Su mayor preocupación es que el licor se encarece.
Entre discursos y copas
Senadores y congresistas afines al Centro Democrático han elevado la voz contra lo que llaman un “atentado a la tradición colombiana”. En pasillos y declaraciones, advierten que subir los impuestos a la cerveza, el aguardiente y el whisky es “cargar contra la cultura popular” y afectar sectores productivos… aunque en el fondo todos saben que se trata de encarecer la botella en las reuniones políticas y sociales que tanto frecuentan.
¿Defensa de la gente o del bolsillo propio?
Resulta irónico que quienes guardaron silencio ante aumentos anteriores de IVA o a las tarifas de servicios públicos, hoy se presenten como los defensores del pueblo… justo cuando la reforma toca el bolsillo de los licores que consumen sus bases y sus élites.
La “cruda verdad” es que la oposición uribista parece más dolida por el costo del whisky que por los impuestos indirectos que golpean a la canasta familiar de los colombianos.
Un debate que los deja en evidencia
La polémica es apenas un capítulo más de la disputa política en torno a Petro. Pero el énfasis en el tema de los licores deja ver una grieta: mientras se alzan como guardianes de la economía popular, lo que de verdad los preocupa es que la próxima brindis les salga más caro.
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