El Consejo Nacional Electoral (CNE) aprobó la fusión de los partidos que integran el Pacto Histórico, pero la noticia no fue del todo positiva: la Colombia Humana, el movimiento que lidera el presidente Gustavo Petro, quedó por fuera debido a un enredo jurídico con su asamblea interna.
Este hecho constituye un duro golpe simbólico y político. La Colombia Humana fue la plataforma que catapultó a Petro al poder y hoy, paradójicamente, se convierte en el eslabón más débil dentro de la coalición. El problema no es solo legal, sino también político: demuestra fallas en la organización interna, en la disciplina de partido y en la claridad sobre el rumbo que debe tener un movimiento que aspiraba a consolidarse como la fuerza de transformación progresista en Colombia.
El riesgo es claro: mientras el resto de colectividades del Pacto Histórico avanza hacia una unidad formal, la Colombia Humana aparece dividida, vulnerable y con la sombra de la improvisación. Esta situación envía un mensaje de fragilidad justo en un momento en que la derecha y la oposición se reorganizan para bloquear cualquier agenda de cambio.
El progresismo no puede darse el lujo de que su partido insignia quede atrapado en disputas internas. Si la Colombia Humana no resuelve con rapidez sus problemas jurídicos y organizativos, corre el riesgo de perder protagonismo dentro del Pacto y dejar un vacío que será aprovechado por quienes quieren deslegitimar todo el proyecto de transformación.
Más que un trámite administrativo, lo ocurrido en el CNE debe interpretarse como una alerta roja: la unidad del progresismo no puede seguir dependiendo de improvisaciones, sino de una verdadera estructura sólida, democrática y transparen
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