En medio del ambiente político tenso previo a la consulta del 26 de octubre, la izquierda colombiana ha alzado la voz con un grito común: unidad o nada. Las recientes decisiones del Consejo Nacional Electoral (CNE) que excluyeron a Colombia Humana y al movimiento Progresistas del aval para la fusión con otros sectores progresistas han encendido alarmas dentro del Pacto Histórico.
Para quienes han soñado con un único bloque fuerte de izquierda capaz de disputar el poder en 2026, esas maniobras del CNE no son meras filtraciones de trámite: son un intento de fragmentación. La jugada arriesga que el progresismo llegue dividido, debilitado y rehén de intereses que jamás han buscado el cambio estructural.
Líderes como María José Pizarro, Gustavo Bolívar, Iván Cepeda y Gloria Flórez han denunciado públicamente que la exclusión política va más allá de la técnica electoral: es un ataque simbólico a la posibilidad de articular un proyecto de poder con rumbo cierto. La izquierda entiende que no basta con grandes slogans; hace falta cohesión, respaldo mutuo y estrategia institucional para vencer obstáculos como este.
La consulta del 26 de octubre representa una brújula para definir el candidato que encarne el proyecto del cambio, pero también una prueba de fuego para demostrar que la izquierda puede dirimir sus diferencias sin romperse en pedazos. Si el CNE persiste en dividir, podría convertirse en juez y parte al favorecer intereses ajenos al progresismo.
Desde el lenguaje progresista, esta disputa no es solo política; es epistemológica. Reivindicar que los movimientos populares, afrocolombianos, campesinos, comunistas y humanistas compartan una sola mesa no es un acto de concesión: es una victoria contra la polarización inducida. Es decirle al país que la izquierda no es caudillista, que no depende de un solo nombre, sino de la estructura colectiva capaz de resistir ataques institucionales.
En esta coyuntura, quienes verdaderamente aman al cambio saben que la fortaleza se construye hacia adentro: con respeto, debate, pero con un solo rumbo. Si la izquierda logra superar este capítulo y mantener viva la consulta interna, podrá presentarse a Colombia no como un collage de fragmentos, sino como un bloque con capacidad de transformar.
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