El expresidente Álvaro Uribe Vélez confirmó que volverá a la arena política como candidato al Senado en 2026, ocupando el número 25 en la lista del Centro Democrático. El anuncio no sorprendió, pero sí generó fuertes críticas desde sectores ciudadanos y políticos que lo ven como un intento desesperado por sostener un proyecto político en decadencia.
Un regreso marcado por la controversia
Uribe dejó el Senado en 2020 tras investigaciones judiciales y cuestionamientos por su influencia en las instituciones. Su regreso, más que un acto de renovación, parece la ratificación de un modelo de política personalista que busca sostener el poder del uribismo a cualquier costo.
Mientras el país demanda soluciones reales a la desigualdad, la violencia en los territorios y la crisis social, Uribe plantea una narrativa centrada en el miedo y la confrontación, sin propuestas claras que respondan a las necesidades de las mayorías.
El desgaste del Centro Democrático
El Centro Democrático llega debilitado a las elecciones, sin liderazgos frescos que puedan competir con nuevas fuerzas políticas. La decisión de volver a postular a su fundador evidencia la falta de renovación interna y el temor a perder relevancia en el Congreso.
Analistas coinciden en que la estrategia de poner nuevamente a Uribe en el tarjetón es una apuesta riesgosa: puede movilizar a su base dura, pero también reforzar el rechazo de amplios sectores ciudadanos cansados de la polarización.
La otra cara de la política
Mientras Uribe busca perpetuar su influencia, emergen liderazgos juveniles, comunitarios y progresistas que representan un cambio en la forma de hacer política. Estas voces apuestan por la paz, la justicia social y la participación ciudadana, en contraste con la política del caudillismo que ha caracterizado al uribismo
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